Creado con fondo de 'Come away with me' Norah Jones. 2009
Come away with me... in the night...
susurraban los altavoces en el salón, con una voz de gasa y almendra que
adormecía el aire. Una luz, suficiente para definir facciones pero escasa para
distinguir algunas intenciones, sostenía sus hermosos rostros en su lugar. Una
gota que escapaba del cabello de Silvia y resbalaba hasta su conciencia,
refrescó su ansiedad. "Te traeré una toalla, estás empapada."- dijo
Manuel para ganar tiempo. Tiempo. Tiempo era lo único que había tenido su
historia. Años y años cumplidos, pero vacíos de emoción, de sensaciones como
ésta. Aunque pasados estos últimos treinta segundos, algo le hizo sentir que había merecido la pena.
Manuel conocía a Silvia desde la
primaria y aún recordaba aquel primer encuentro hace más de dos décadas.
Silvia era nueva en el colegio. El primer día de clase todos los chicos de su
curso bajaron a curiosear. Manuel los acompañó. Quién diría que la inocente
decisión de seguir a sus amigos aquella mañana iba a cambiar su destino por
completo. Al llegar al patio interior del colegio vieron al Padre Beltrán
hablando con una chica. Todos impacientes, no podían esperar a verle la cara.
Tampoco tuvieron que hacerlo. Aquella menuda figurita comenzaba a girarse hacia
ellos. Manuel sintió que el estómago le daba un vuelco. Un tenue rayo de sol
iluminaba lo que pensó era la cosa más perfecta que había visto en su vida. Una
niña de porcelana, con la boca rosa como el algodón dulce y el cabello
brillante como las figuritas que tenía su abuela en la vitrina del comedor.
Aquella escena pudo durar 10 segundos en el tiempo real, pero para Manuel era
una película eterna que se proyectaba una y otra vez en su cabeza. Ese día la
empezó a querer.
Los años y la cercanía hicieron que
Silvia y Manuel se hicieran grandes amigos. Influyó la devoción con que Manuel
atendía cada una de las súplicas de Silvia y a que nunca desvelara lo que
sintió aquel primer día. El álbum de sus vidas se fue llenando de imágenes
juntos; la graduación, la universidad, bodas de amigos, bautizos. El tiempo
pasó y aquel amor asfixiante, que Manuel llevaba cual monedero, siempre oculto
en el bolsillo, empezó a cicatrizar. Había aprendido a vivir con ese amor, como se
aprende a vivir con las alergias y la miopía. Las salidas con chicas y los
amores fugaces de una noche, distraían su corazón en las noches de soledad.
Tanto así, que llegó a pensar que había logrado olvidarla. Un día, Silvia le
dijo que se marchaba a Francia. Una oportunidad de trabajo le hizo comprender
que nada la ataba en su ciudad. Manuel se dio cuenta, en ese momento, de que no
la había olvidado, que jamás lo haría y pensó confesar todo; su amor, su
delirio, su deseo, lo nunca dicho... Lo intentó, pero estaba todo tan
cristalizado dentro, que lo único que alcanzó a decir fue: -"¿Cuándo
volverás?" La misma pregunta que repetía en cada una de las largas
conversaciones telefónicas que tuvieron desde entonces. La cual recibía,
siempre, la misma contestación de parte de Silvia. -"Cuando alguien me
espere, Manuel."
Años volvieron a pasar cual segundos y
un día nublado de otoño conversaban como de costumbre. Al final de la
conversación, Manuel hizo su pregunta habitual. Silvia dio su respuesta
habitual. Unos segundos más tarde, la voz de Manuel llenaba el silencio.
"Yo te espero, Silvia, siempre lo he hecho." Luego, en los segundos
siguientes, sólo se escuchaban las respiraciones a través de la línea.
Llovía.
Llovía muchísimo. Manuel puso música y se sentó en el salón. Come away with
me... in the night... Le encantaba aquella canción que decía todas
las cosas que siempre quiso decir. Pensó en la brevedad de los años, de la vida
y las oportunidades perdidas. Oyó el timbre de la puerta. Al otro lado del
umbral, callada, mojada, pequeña, perfecta, estaba Silvia, como todo el bien
del mundo... esperando. Manuel, sintiendo que eso era lo más parecido a un
sueño, la tocó. Estaba helada y estaba allí. La hizo pasar y fue a buscar una
toalla. Buscando en el armario se prometió que no volvería a dejar pasar otro
día sin decirle lo que sentía. Volvió con la toalla y el corazón en la mano.
Volvió con bellas palabras entre los labios, volvió para quererla, volvió para
besarla. En el salón, uno frente al otro, no pronunciaron palabra. ¿Qué se
podía decir? ¿Qué palabra, que no resultara insulsa? Ninguna. Todo estaba dicho
hace mucho tiempo.
Qué preciosidad de relato! Y la de tiempo que perdieron por no decirse las cosas a tiempo...
ResponderEliminarMuy bonito, Jes.
Gracias Anita! El próximo episodio podría ser de Subconsciencias. ;)
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