Basado en un sueño real de hace 30 años
Imagen Beyond the Shadows de Norman Duenas
-“¿Me viste?”- preguntó a Elisa.
La cara de su madre alumbraba todo lo
necesario para que Carolina caminara por un largo pasillo oscuro sin una
partícula de temor. Aquella noche, el calor de la mano de su madre la llevó por
ese pasillo hasta un lugar elegido. Sin una palabra le hizo saber que llegaba
la hora de leer el libro de cuentos. Ambas se sentaron en el suelo del pasillo.
Carolina ya se sabía todos los cuentos
que su madre le leía y eso hacía que disfrutara mucho más de ellos. Era un
deleite absoluto dejar su mente inmiscuirse en grandes castillos o en talleres
de muñecos de madera. Estaba acurrucada en esa protección que le brindaba su
madre cuando comenzó a ver nacer al fondo del pasillo un brote de luz que
crecía poco a poco. Pronto se dio cuenta que era un grupo de niños, dirigidos
por una mujer muy alta, que iluminaba con un candil.
Su madre no había interrumpido su
relato, parecía no notar en lo absoluto lo que estaba pasando en el pasillo.
Carolina quería seguir escuchándola, pero las luces y los murmullos que
escuchaba de los niños le llamaban demasiado la atención. Con mucho cuidado para
que su madre no se diera cuenta, se fue separando de ella para ver más de cerca
a esos niños y a esa bella mujer que les dirigía.
Siguió caminado hacia ellos hasta que
los vio empezar a subir unas escaleras. La intriga comenzó a estallar en su
pecho y decidió seguirles. Era una escalera, también oscura, entre dos paredes
y en un principio le pareció eterna. Pero los niños iban tranquilos lo que hizo
que quisiera seguirles, porque pensaba que le haría sentir de la misma manera. Comenzó
a ver una puerta, arriba del todo, en la que los niños entraban. Todos entraron. Carolina no se atrevió entrar,
por lo que se detuvo en el marco de la puerta.
Mientras, vio que los niños se reunían
en un círculo dentro de aquel salón. El salón estaba muy iluminado, lo que le
dejaba ver todo con gran claridad. Aquella mujer muy alta que estaba con ellos
se introdujo en otra habitación y al salir traía entre sus manos una especie de
llama de luz, como una estrella. Se colocó en el centro del círculo mirando a
todos los niños. Ellos esperaban a que la mujer se acercara a ellos y les
tocase con aquella llama de luz. Y así fue.
Ella pasó uno por uno dejando un poco de aquella llama en la cabeza de
cada uno. Carolina no se lo podía creer. Empezaba a crecer dentro de ella el
temor, pero no podía dejar de mirar cómo aquella mujer controlaba a todos
aquellos niños. Inesperadamente, la mujer se giró hacia Carolina con su llama
de luz y comenzó a acercarse. Todos los niños empezaron a seguirla.
Carolina no lo podía creer, no había
hecho el menor ruido. Pensaba que no le podrían haber visto. Pero ellos seguían
acercándose, lo que hizo que sin pensarlo empezara a bajar las escaleras oscuras.
Empezó a bajar poco a poco, pero le provocaba más miedo lo que venía tras de ella
que la bajada; así que comenzó a correr escaleras abajo. Una vez volvió al
pasillo del comienzo, todo estaba muy oscuro. En realidad más oscuro que cuando
llegó con su madre. Su madre.
Carolina comenzó a buscarla, pero ya
no estaba. Todo el pasillo estaba desierto, vacío. Su corazón empezó a latir
con más fuerza. No le importaba ya que le estuviesen siguiendo. En realidad no
le importaba en lo absoluto ninguna de las imágenes inauditas que acababa de
vivir. Lo único que deseaba ahora era poder encontrar a su madre.
-“Y desperté.”- dijo y volvió a mirar
a su hermana.
-“Después de aquel sueño, muchas
noches intenté cerrar los ojos para volver a dormir y poder terminar ese sueño
encontrando a mamá. Siempre pensé que fui culpable por haberla perdido. Y al no
poder encontrarla, me escondía a llorar detrás de la butaca.”
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